lunes, 18 de enero de 2010

Conocí el infierno: el dentista


9.00 am suena mi despertador con una canción que cada dos por tres dice "watch out" o eso entiendo yo. Revoleo el celular, me levanto y como siempre, llego tarde.

El llegar tarde parece no afectar mi turno, porque siempre tengo que esperar.

Por qué la espera se hace eterna y los turnos terminan siendo diurnos? Al margen del tiempo que perdemos, y las revistas que son la única salvación para que nuestros ojos esquiven el reloj cucú que atrasa y adelanta a su piaccere, pero siempre éstas son del año de la "morondanga", hasta Peña está en la tapa.

Una vez "atendido" o "mal atendido", te hacen sentar en una camilla que, por cierto, no es camilla, y te insertan una luz en la cara que te deja minimamente tuerta. Por cierto, me dan ganas de salir corriendo apenas me siento.

Luego de eso, el Demonio, te pone un babero, con el que recordas que eras una beba divina, y un cable que es sostenido en el hueco de tu presiada dentadura, ese maldito instrumento que no hace más que "tshhsztztztzs" su única función no es sacarte la saliva, sino robártela, dejandote de esta manera con la garganta y la boca completamente seca, al igual que nos dejan secos los K. Siempre aparecen en mis comparaciones estos guachos, ellos se lo buscaron.

Pasada la primer etapa de esta tortura, te obligan a abrir la boca y dejarla abierta quizá durante horas, y ahí es cuando se produce lo peor. Belén ya tiene acalambrados los pómulos, pero eso no es todo: una serie de cuchillos, sierras, aparatos que te soplan y vaya a saber Dios o el dentista más cercano del funcionamiento de todas esas mangueras y cosas que utilizan. Y cuando son usados por el Doc. Rompebocas, es el momento en que empezas a sentir la sangre corriendo por tu boca y que la manguera pedorra no la absorbe y la comienzas a tragar lentamente.
Sentís piedras o pedazos de dientes que se unen a la sangre y en una gran orgía convierten tu garganta en el boliche más top de la ciudad, dejando a tus ojos peor de lo que estaban por esa maldita luz que trata de dejarte ciega, pero sos consciente de lo que estás pasando. Con el ojo que la luz no ha destruido aún, miras el diploma del que ahora sospechas si es en verdad doctor o si es responde a otro de los conocidos casos de Giselle Rimolo, el ingeniero Bloomberg o el Licenciado Tellerman.

Es el peor sufrimiento conocido. Dante Alligieri cuando escribió "los 7 infiernos" debería haber puesto que en el peor de todos están los dentistas.

Luego de horas de sufrimiento, es el momento de la frase típica y usada por todos los malditos dentistas: "ya está, hacete un buche". Hacete un buche me decís?.. Crees que con un fucking buche se soluciona las horas que sufrí? Y el ardor que aún siento en mi boca y ahora en mi estomago y, por ende, en mi cabeza?. Perdí la vista y crees que con un buche se soluciona?. Mi mente es una jungla de preguntas y, también, me acuerdo de todo el árbol genealógico del Dr. Rompebocas.

Al menos ya está, termine. No tengo que volver. Y es ahí cuando tu alegría es casi inmensurable y la sonrisa, pese a estar quizá con algún cuchillo aún clavado, es desdibujada porque el Doc. te dice: "Bueno te hago un turno para la semana que viene". Andate a la .... punta del obelisco y quedate ahí de por vida.

Arrivederci!!

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